VIAJES DE LUJO – ASIA

INDIA

El país de los mil colores es la cuna de la cultura hindú, presente en muchos de sus templos repartidos a lo largo y ancho de la India. Donde el monzón viene en junio para aliviar la sequía y permitirá que el arroz vuelva a crecer en los campos y el viajero que ha vivido esos aguaceros difícilmente los olvida, donde la gastronomía es un viaje a tiempos inmemoriales hacia tierras de marajás y donde se hace obligado parar en ciudades sagradas como Varanasi, en un viaje en el que lo emocional pesa más que lo racional.

Desde los imponentes picos nevados de las montañas del norte hasta las sofocantes playas bañadas por el sol de la costa sur, esta es una tierra impresionante. Junto con abundantes bellezas naturales, templos de exquisita labra despuntan majestuosos en los desiertos, y antiguas fortalezas semiderruidas vigilan profundas quebradas. Quienes amen los espacios abiertos pueden buscar grandes felinos en safaris por la jungla, remar o nadar en las aguas resplandecientes de hermosas playas de arena, emprender arduas caminatas en el alto Himalaya o limitarse a aspirar el perfume de los pinos mientras meditan paseando por los bosques.

Hay que prepararse para emprender una de las expediciones culinarias más insólitas del planeta, que conducirá por un delicioso y variado repertorio de viandas fritas, hervidas, salteadas y asadas. Un sabroso catálogo de creaciones regionales bien diferenciadas, cada una con sus particularidades de elaboración y sus estilos de presentación: desde la multiplicidad de sabores de las carnes adobadas y los thalis, hasta el sencillo esplendor de los curries vegetarianos y las exquisiteces de alta mar.

Lo inesperado irrumpe de continuo en la India. Esto puede entrañar dificultades, sobre todo para el visitante primerizo: la pobreza salta a la vista, la burocracia llega a exasperar y las aglomeraciones pueden convertir la tarea más sencilla en una hazaña épica. Hasta los viajeros veteranos pierden en algún momento la paciencia, pero esto forma parte de la experiencia. Con la capacidad del país para inspirar, frustrar, emocionar y confundir, todo a la vez, lo mejor es relajarse y dejarse llevar. Ya se la ame o se la aborrezca –y el grueso de los viajeros parece fluctuar entre ambos sentimientos–, quien comprenda la imprevisibilidad de la India habrá comprendido su alma.

La espiritualidad es la nota común en el variado lienzo que es la India actual. La infinidad de lugares sagrados y ritos antiquísimos atestigua la apasionante y a veces tumultuosa historia religiosa del país. Y luego están las fiestas. La India acoge algunas de las celebraciones piadosas más deslumbrantes del mundo: desde vistosos desfiles callejeros que celebran acontecimientos auspiciosos del calendario religioso hasta ferias que conmemoran las cosechas o rinden culto a alguna deidad local.

En cuanto creemos estar a punto de desentrañar alguno de sus misterios más profundos, la India nos recuerda que para tamaña empresa hacen falta varias vidas. La desmitificación de este país es algo que no termina nunca. Y precisamente por eso provoca tanta adicción. La exploración constante, la desconcertante imprevisibilidad y saber que, cuando menos se espera, se pueden vivir momentos que alterarán la visión del mundo y del lugar que se ocupa en él.

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