VIAJES DE LUJO

AMÉRICA

El corazón de América del Norte late entre altísimos bosques, campos ondulantes, desiertos en altas llanuras, metrópolis inquietas y oasis poco convencionales. El de América Central, entre mares turquesas y bosques frondosos, majestuosas ruinas mayas, mercados animados y granjas prósperas. Las ciudades emblemáticas que no necesitan presentación alguna son solo la guinda de este pastel repleto de cultura. Además del Museum of Modern Art en Nueva York y del Smithsonian en Washington D.C., la presencia de la música, el arte y el cine se cuela en la vida cotidiana, con ciudadanos que crean y consumen. Crisol histórico de culturas e identidades, América del Norte cuenta con uno de los panoramas artísticos más multiculturales del mundo. Desde el Festival de Cine de Toronto al vibrante entorno musical de Ciudad de México, América del Norte es un auténtico bufé de experiencias enriquecedoras. En América Central, una rica mezcla de gente y culturas ha creado una sociedad diversa y dinámica. Incluso los urbanitas y suburbanitas más recalcitrantes de América del Norte se quedan anonadados al contemplar la gran belleza natural de su territorio. Desde desiertos de rocas rojas hasta exuberantes bosques tropicales, América del Norte abarca todas las zonas climáticas, además de la garganta más profunda, la Barranca del Cobre, en México, y la cima más alta, el monte McKinley, en Alaska. Tanto si uno opta por relajarse en una playa casi secreta, recorrer las montañas del Gran Norte Blanco o escalar los icónicos riscos del Gran Cañón, América del Norte arrebatará su aliento. Y América Central ofrece lo mejor de dos mundos: un relajado ambiente caribeño por un lado y colosales olas del Pacífico por el otro. Es la tierra de la aventura. Ir de excursión en plena naturaleza canadiense, disfrutar de un largo viaje en coche por la legendaria Ruta 66 o descubrir antiguos rituales en las misteriosas ruinas mayas y aztecas que se extienden por cinco países centroamericanos. Visitarlas es adentrarse en el mundo misterioso y mágico de los templos perdidos de Tikal, los místicos Palenque y Tulum, y Chichén Itzá, una de las nuevas siete maravillas modernas del mundo. América del Norte y Central ofrece un caleidoscopio de culturas, cocinas, paisajes, historia y aventuras que colmarán los sueños En una misma noche, en América del Norte, hay costillas a la barbacoa y falda ahumada sirviéndose en un restaurante de carretera de Texas mientras talentosos chefs combinan productos ecológicos con un toque asiático en los premiados restaurantes de la Costa Oeste. Los lugareños saborean su ración de tacos en las calles de México y, a un continente de distancia, un montón de patatas fritas desaparecen bajo una avalancha de salsa gravy humeante y queso en grano en un plato de poutine. En un muelle de Maine sirven langosta fresca; en un bar de vinos de Vancouver, ostras y champán; y en un pub del Medio Oeste, cerveza y pizza; y esto es solo un puñado de las opciones que existen para cenar a la americana. Picos andinos, selva pluvial amazónica, glaciares patagónicos, ruinas incas, ciudades coloniales, playas blancas y una vibrante vida nocturna: las maravillas de América del Sur son escenario de increíbles aventuras. De los picos nevados de los Andes a los sinuosos canales del Amazonas, Sudamérica despliega una asombrosa variedad de maravillas naturales: frondosas selvas pluviales, volcanes altísimos, bosques nubosos envueltos en bruma, desiertos yermos, cañones rojizos, glaciares azulados y playas bañadas por el sol. Pocos sitios de la Tierra ofrecen tanta diversidad en cuanto a paisajes. Nada es comparable a escuchar los ritmos de la salsa colombiana, la samba brasileña, el tango argentino y la música popular andina en los mismos sitios donde nacieron. Las sensuales milongas de Buenos Aires, las calientes garrafeiras (salones de baile) de Río o las salsotecas (clubes de salsa) de Quito son estupendas para divertirse un sábado por la noche. Y esto es solo el comienzo de una gran odisea musical que abarca la trova peruana, el conmovedor pasillo ecuatoriano, el acelerado forró brasileño, el vertiginoso merengue venezolano, los tambores metálicos guyaneses, las arpas paraguayas y muchos otros. Solo hay que dejarse llevar, y apuntarse a alguna clase de baile por el camino. La diversidad de Sudamérica no termina con la geografía. Hay ciudades coloniales de calles adoquinadas, antiguas iglesias doradas y plazas majestuosas que apenas han cambiado desde el s. XVIII. Es posible regatear por coloridos tejidos en los mercados indígenas, compartir comida con los habitantes tradicionales de la selva pluvial y seguir los ritmos intensos de los percusionistas afro-brasileños. Es posible ir de excursión entre los templos antiguos de los incas, admirar la asombrosa fuerza de las cataratas del Iguazú, o pasar el día observando fauna a bordo de una canoa que surca uno de los numerosos igarapés (canales estrechos) del Amazonas. También se puede descender las carreteras andinas en bicicleta de montaña, practicar rafting de aguas bravas por ríos de nivel V y surfear olas imponentes en ambas costas. Y cuando uno crea haberlo probado todo, que visite los espectaculares paisajes de la Tierra del Fuego, mire a los ojos a las extraordinarias criaturas de las Galápagos y trepe por las montañas mesetarias de la Gran Sabana para descubrir un panorama propio de la era Mesozoica.

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